Estaba sentada en la recepción de la empresa. Se veía que era una muchacha alta. Levantó la vista y yo le pregunté si ya la atendían. Me dijo que si. Luego pregunté quien era y me dijeron que la estaban entrevistando para entrar a un puesto que recientemente se había desocupado, específicamente en el laboratorio. Unos dias después la contrataron. Recuerdo que yo no me llevaba muy bien con la persona que ocupaba el puesto que se desocupaba y esa persona, como prediciendo el futuro, me dijo: "con ella si la vas a llevar bien".
Aprendió rápido y cumplió bien sus responsabilidades de laboratorio y resultó ser muchísimo mas eficiente que la persona a quien reemplazó. Además, la llevaba muy bien con el jefe, a quien siempre le estaba cumpliendo metas y objetivos. Como soporte técnico de los vendedores también funcionó muy bien. En el sentido profesional salimos numerosas veces a visitar clientes. Siempre me ayudó a traer resultados positivos. Era muy abusada, y en las visitas causaba siempre buena impresión, ayudada por su sonrisa y lo que yo consideraba era un cuerpazo. Algunas veces ese cuerpazo se adornaba con una falda moderadamente corta. No había manera de que el cliente la olvidara.
Aidée nació un 8 de septiembre y tenía tiernos 24 años cuando la conocí a fines de 1997. Era la típica muchacha de Virgo, como dije, muy eficiente, muy guapa, amable con quien quería y firme y dura con otros. No era perfecta, porque en demérito suyo debo decir que sí atropelló a uno o dos o tres por ahí en su trayectoria en la empresa y por ahi hubo un par de ingratitudes con quienes la habían tratado bien.
Nos divertimos mucho esos años y en alguna ocasión, en los últimos años, tuvimos la oportunidad de extender el trato al área personal, saliendo algunas veces, cuando ya estaba yo fuera de la empresa. Llamaba mucho la atención por la figura, la altura y la sonrisa. En una ida a ver a un cliente a Morelia, fuimos a comer y recuerdo que al entrar al restaurante, no había hombre que no hubiera suspendido lo que estaba haciendo para voltear a verla.
Le festejé sus últimos cumpleaños, hasta 2004, mas o menos. Se arreglaba bien, no muy llamativa, pero si hacía que voltearan a verla. Caminando sobre Paseo de la Reforma, un día de su cumpleaños que salimos a comer, recuerdo como dos autos en Reforma se enfrenaron para voltear a verla, chillando llantas al hacerlo. Nos daba risa a los dos. Un sábado en el restaurante de Liverpool, con solo entrar causó el efecto de siempre, que los hombres suspendieran lo que hacían para verla. Y luego en el restaurante se le ocurre "enderezarse". Casi me saca un ojo a mi, pero juro que cayeron dos o tres cucharas y tenedores en el restaurante. Y la risa de siempre...
Era buenísima jugando dominó, sobre todo cuando jugaba con su hermana. Desafortunadamente, todo tiene un principio y todo tiene un final. Un día, cuando le hablé por la noche, me dijo que quería presentarme a una amiga suya. Yo no creo en citas a ciegas y le recordé mi filosofía al respecto. Se molestó conmigo y no me volvió a tomar llamada. Dejé de buscarla finalmente.
Hace un par de años me enteré que le habían detectado cáncer. Siempre consciente de su inteligencia, no quiso seguir la medicina convencional y buscó métodos alternativos para curarse. No tuvo éxito.
Ayer supe que ella falleció el pasado 7 de julio.
Te quise bien, Aidée, y te voy a extrañar.
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