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Conversaciones entre el Llaverito y Yo

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Why am I doing this? Well, just to write down some things that come to me now and then. It is mainly for my own entertainment, but I also use it for more serious things, like studying and reviewing things I like. I also tell publicly what I should be telling privately. It is written both in English and Spanish but not side by side. Some things sound better in English and some sound better in Spanish.


You are welcome to nose around.


viernes, 26 de junio de 2009

La Alberca Aurora

La mañana del lunes 26 de febrero de 1934, dos niños caminan por la banqueta de la calle de Presidente Carranza hacia la calle de Caballocalco en Coyoacán. El mas grandecito tiene ocho años, cumplidos el día de ayer, y acaba de ingresar al segundo año de primaria en la escuela que está en la esquina de la calles de Ortega y Caballocalco, llamada Juan Díaz Covarrubias. El pequeño, a quien lleva de la mano, tiene tres años y medio y no está aun en edad de ir a la escuela, pero no hay con quien dejarlo en casa. Así que toma de la mano a su hermanito y unos minutos antes de las ocho de la mañana, los dos emprenden la marcha a la escuela, solos y sin tener idea de los acontecimientos que han tenido lugar desde el medio día del viernes anterior y que aun no han terminado.

Los hechos que llevan a esta sucesión de acontecimientos se han iniciado varios años antes por una confrontación entre los padres de estos chicos y un grupo de personas, algunas conocidas y otras no tanto, respecto a la propiedad de la Alberca Aurora, en la calle de Presidente Carranza, en Coyoacán. En los años anteriores ha habido una variedad de amenazas, utilizando al Departamento del Distrito Federal como punta de lanza.

La historia va más o menos así, según la escuché muchas veces durante las reuniones de familia los domingos.

Yo oí hablar de la Alberca Aurora en Coyoacán, durante mucho tiempo. Con el tiempo comencé a armar el rompecabezas que es el origen e historia de la Alberca. Lo que había yo oído era que mi abuelo la había construido, que mi abuelo la había cedido al Departamento del Distrito Federal en la década de los treintas, que se llamaba Aurora por una de mis tías, que no estaba a ras del suelo, sino en un primer piso, que el cemento con el que se había construido era holandés, del mismo con que se hacen los diques en Holanda, que se había perforado un pozo para sacar el agua necesaria. Oí una y mil cosas de la famosa Alberca. La historia de la Alberca Aurora es triste, pero es parte central de la historia de mi familia, desde el nacimiento de mi abuelo en Jalisco, su infancia y juventud en Nueva York y su muerte en Coyoacán. La Alberca Aurora le costó la vida a mi abuela Lucía, una muerte a destiempo, una muerte anunciada, una muerte que dejó a tres niños en la orfandad.

Mi abuelo compró el terreno sobre el cual está ahora la Alberca en el año de 1917. El área total del terreno era originalmente de 4120 metros cuadrados, que habían sido parte de un terreno más grande que llegaba al otro lado, a la calle de la Higuera, y que sobre la calle de Presidente Carranza tenía sobre cuarenta metros de frente. La fecha de inicio de construcción de la Alberca no es bien conocida, pero mi padre, nacido en febrero de 1926, decía que se había completado en noviembre de 1926, según se le había dicho a él. En sus dimensiones originales era Olímpica, teniendo entonces el largo requerido de 30 metros para ser considerada como tal. La Alberca tenía un pozo de agua para abastecerse, que se encontraba en la parte noreste del terreno. El trabajo de perforación del pozo se hizo a barreta y mi abuelo le platicaba a mi padre que en el trabajo de perforación se habían perdido varias. Había también una torre de clavados, de 10m de altura, que había sido traída de Estados Unidos. Cuando la Alberca fue vendida al Departamento del Distrito Federal la torre fue desarmada y enviada, según me dijeron, al Club Deportivo Chapultepec o a Molino del Rey. La idea de mi abuelo, educado en Nueva York, había sido tener algo así como un club social. En la parte de atrás había una pista de patinar, una cancha de basquetbol, una cancha de tenis, dos mesas de boliche, un ring para boxear, argollas, barras paralelas, y subibajas. En la parte del frente se había hecho un área que llamaban del "dancing". Para el año de 1927 o 1928 se había añadido un radio Crosley y un tocadiscos. Las bocinas de tal radio se colocaban en la parte trasera y la otra en lo que mi padre llamaba la torre dos del dancing. No había muchas estaciones de radio, pero los domingos la música empezaba temprano, gracias al tocadiscos ahí instalado. La Alberca había sido hecha en un primer piso, y no en la planta baja del edificio. El cemento utilizado había sido traído de Holanda, el mismo cemento que se utilizaba para los diques. La torre de clavados era de manufactura americana. El radio había sido traído también de los Estados Unidos, así como las mesas de boliche, argollas, barras paralelas, etc. La Alberca no tuvo agua caliente desde su inicio, me imagino que el dinero no alcanzó para todo esto, y fue hasta el año de 1976, si no me equivoco, en visita del Presidente Luis Echeverría a la Alberca que la gente de Coyoacán le pidió que se instalaran filtros y una caldera para tener agua templada. Todos los que alguna vez fueron a la Alberca Aurora saben lo fría que era el agua, que la gente salía morada de lo fría que era el agua. La Alberca también tuvo servicio de restaurante, del que se encargaba mi abuela Lucía y personal a su cargo. ¿Cual fue el costo de todo esto? Decía mi padre que en conversación con mi abuelo le había dicho que el costo de todo esto había sido de un millón de pesos oro. ¿Fue esto un negocio rentable? No lo se.

Tampoco se en que condiciones o por que razón fue motivo de pleito legal el pozo de agua, en esos años, pero en este rompecabezas participan un general, que fue secretario de Carranza, varios jefes del Departamento del Distrito Federal, un préstamo por la cantidad de doce mil pesos oro y numerosísimas llamadas telefónicas a mi abuela, advirtiendo que mi abuelo "ya estaba en poder" de estas personas. En casa de mis abuelos hubo diversas personas entre ama de llaves, empleados, gente del restaurante, de mantenimiento de la Alberca. En conversación con mi padre y haciendo elucubraciones, advertimos que la suma de todo esto parecía llevarnos a la conclusión de un intento de despojo, realizado o no, por parte de estos desconocidos. Finalmente, en el mes de abril de 1932 la Alberca Aurora fue vendida al Departamento del Distrito Federal, mediante un contrato de compra venta, por la irrisoria cantidad de quince mil pesos oro. La diferencia con los doce mil pesos oro del préstamo fue usada para gastos administrativos y pago del notario.

Los 4120 metros cuadrados de terreno quedaron divididos en dos partes, casi iguales; una mitad con la Alberca y el pozo de agua, y la otra mitad con la casa de la familia que se mantuvo intacta hasta los años cincuentas.Las presiones por parte de estos desconocidos no concluyeron con la entrega de la Alberca en abril dc 1932. Las presiones continuaron durante el resto del año, a través de 1933 y finalizaron con la muerte de mi abuela el 23 de febrero de 1934. Es posible que se haya entregado dinero en efectivo, ya que después de estos acontecimientos la familia quedó en bancarrota. Las circunstancias de la muerte de mi abuela que no fueron aclaradas, ya que los periódicos de la época, en artículos publicados el 25 de febrero de 1934, reportan dos historias distintas pero ambas manejando la muerte de mi abuela por su propia mano. La Prensa dice que mi abuela "se despidió de sus hijitos, a quienes les dio un beso antes de retirarse a su recámara". Cuando le pregunté a mi padre sobre la supuesta despedida me respondió: “eso no es cierto, yo estaba en la escuela cuando pasó todo”. El Universal maneja una historia totalmente diferente y la gente de la familia que vio el cadáver, lo vio amarrado de pies y manos. El ama de llaves, Carmelita, manifestó que salía a buscar a mi abuelo para advertir que mi abuela se había encerrado. La acción correcta hubiera sido llamar a las otras personas de la casa. La ausencia de esta búsqueda de otras personas para ver que pasaba y por que se había encerrado no es creíble para mí, y la sospecha de mi padre, entonces un niño, y mía, es de que la muerte de mi abuela fue algo que se fraguó dentro de la casa. El cadáver fue encontrado amarrado de pies y manos, ciertamente difícil para quien se propone suicidarse. Hay que regresar al principio, y recordar que mi abuela era sujeto de presiones y amenazas telefónicas a las que ni ella ni mi abuelo habían cedido. Según una vecina y amiga de mi abuela, a los abuelos se les habían pedido la entrega de la escritura de la Alberca, y en por lo menos una ocasión había llegado gente que de manera violenta amenazó entrar a buscar estas escrituras. No las encontraron, y para los que tengan curiosidad, las escrituras estaban escondidas entre las macetas de casa de una vecina.

De la Alberca Aurora se manejan muchas historias, entre las mas interesantes están las siguientes: que uno de los bañistas se mató al lanzarse de la torre de clavados, ya que la Alberca no era tan profunda en la parte honda, que no fue el único, etc. La mas interesante de estas me fue contada a mi por una persona de Coyoacán, que sin saber que era yo nieto de la persona que la había construido, me dijo que la Alberca había sido construida por un hombre para que su esposa Aurora pudiera nadar por las mañanas, que era una historia de amor entre estas dos personas. Tuve que interrumpir para decirle que yo era uno de los nietos y que Aurora no era la esposa, sino la segunda hija de mi abuelo, y que no era para que la familia tuviera alberca, sino que se había construido como negocio.

Otra historia que me fue platicada, dado que la circunstancias de la muerte de mi abuela son conocidas por la gente de la época, es que una de las condiciones de venta de la Alberca al Departamento del Distrito Federal era que la Alberca fuera dedicada siempre al beneficio de los habitantes de Coyoacán y que si esto no sucedía, la Alberca regresaría al dominio de la familia. El contrato de compra venta no dice esto, siento decirles.

Otro detalle curioso de la Alberca es que en uno de los comercios al frente se inició la Nevería La Siberia de Coyoacán, haciendo paletas. Mi papá y su hermana se metían al comercio, para "ayudar" poniéndole el palito a cada una de las paletas.

El lunes siguiente de la muerte de mi abuela, mi padre, entonces un niño de ocho años recién cumplidos, fue a la escuela llevando consigo su hermano, un niño de tres años y medio. En casa no había nadie con quien dejarlo por las investigaciones que se realizaban en torno de la muerte de mi abuela. Mi padre supo de la muerte de su mamá varios años después. Nadie sabe a ciencia cierta las circunstancias de la muerte de mi abuela, pero mi abuelo fue encerrado varios días durante las investigaciones y recordando que las presiones venían por parte del Departamento del Distrito Federal, no es difícil suponer cuales eran los requisitos para soltar a mi abuelo. Después de la muerte de mi abuela y después de la amenaza de dejar a mi abuelo encerrado con cargos falsos, y habiendo cedido a las peticiones, mi abuelo salió de sus dos o tres dias de encierro y la familia quedó en bancarrota.

Los años posteriores a la muerte de mi abuela fueron años de flaqueza económica, pero para el año de 1939 ya había los centavos suficientes para enviar a mi padre a estudiar al Colegio Americano y enviar a su hermana a la Academia Maddox y al Oxford Tutoring Academy (Academia que será sujeta de otra historia de terror, finísima persona Miss Alice, eh). Mi bisabuela, Lolita, la madre de mi abuela, llegó a casa a cuidar a sus nietos y poco a poco la casa recobró el semblante de un hogar feliz.

La historia de la Alberca Aurora es una historia triste, es la historia de un despojo, de una extorsión, de amenazas de muerte cumplidas y de tres niños que quedaron huérfanos de madre por el corazón desalmado y ambicioso de quien o quienes en la búsqueda de dinero fácil, dejaron tres huérfanos y viudo a un hombre que en la lápida de la tumba de su joven esposa, de 31 años cuando murió, dejó grabado lo siguiente: "por una vida de amor y ternura, este trozo de piedra".

Ha habido por lo menos dos reinauguraciones más, la última de las cuales fue en enero de 2001, con María Rojo como delegada de Coyoacán y a la cual asistimos mi padre, su hermana menor y yo. La jefa de la delegación hizo un reconocimiento público al hombre que la había construido, mi abuelo. Gracias, señora, no sabe Ud cuantas lágrimas fueron derramadas en la familia por esa Alberca.

La Alberca Aurora ha sido un beneficio para los habitantes de Coyoacán, pero es una satisfacción que me deja un sabor amargo.

La mañana del lunes 26 de febrero de 1934, dos niños caminan por la banqueta de la calle de Presidente Carranza hacia la calle de Caballocalco en Coyoacán. El mas grandecito tiene ocho años, cumplidos el día de ayer y lleva de la mano a su hermanito de tres años y medio, que aun no está en edad de ir a la escuela, pero es que en casa no hay nadie con quien dejarlo. En clase el chiquito no ha podido contenerse y se ha hecho pipí. El mayorcito se encarga de su hermanito mientras el profesor le ayuda y medita el asunto del que se ha enterado por los otros maestros y pobladores de Coyoacán. "Es que no hay nadie en casa con quien dejar a mi hermanito...."

La historia fue bien conocida en Coyoacán y se comentó discretamente durante años. Fue comentada también entre los amigos y clientes de mi abuelo, que también se había dedicado al comercio. Habiendo pasado los tiempos económicamente dificiles, pero aun no estando boyantes, cuando hubo necesidad de comprar ropa para mi padre, para su ingreso al Colegio Americano, mi abuelo lo llevó con esos amigos y conocidos. Uno de ellos, cuando mi abuelo entró y manifestó la intención de comprarle un traje a mi papá, le dijo: "Pásale, Pepe, dile al muchacho que escoja dos, que se los pruebe y que se los lleve. No es necesario que me los pagues". Mi padre no recordó nunca el nombre de esa persona que generosamente nos extendió la mano cuando lo necesitamos. Yo le doy las gracias y sé que su nombre debería estar inscrito en la Avenida de los Justos.


Dedicado a mis abuelos, Lucía y José M Russell, y claro, al Rurro.

“No me gusta platicarte esto m’hijo, es que me da mucha tristeza” Yo lo se, jefe, yo lo se.

1 comentario:

  1. muy interesante la historia, gracias por compartirla, actualmente soy usuaria de esa alberca, y malamente muchas personas que están ahí no valoran esas instalaciones... pero a muchas otras nos agrada.. saludos...

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