No me gusta el mes de diciembre. Nunca me ha gustado. Cuando era niño, en los primeros años, no era tan malo porque la pasábamos literalmente en familia, mi padre, madre y hermano. Luego a alguien (que quisiera colgar, pero sospecho que ya murió) se le ocurrió hacer una reunión que incluyera a la familia extendida. La familia extendida constaba de mas o menos dieciseis personas. Los arreglos eran complicadillos para los demás, que vivían en la Ciudad de México. Para mi padre y madre eran mas complicados, porque hacer la reunión de familia quería decir que tendríamos que hacer el viaje de Monterrey, donde residíamos, a la Ciudad de México. Mi padre nos traía y se regresaba solo, a pasar dos semanas por su cuenta (supongo que eran sus vacaciones). Los primeos dias de enero manejaba él solo de Monterrey a México, donde pasaba un par de dias para visitar a su padre, recogernos y emprender el regreso. La mayor parte de las veces mi abuela se incluía en el regreso. Estos arreglitos famliares querían decir que mi padre recorriera en menos de un mes cuatro veces la carretera entre Monterrey y México, con los consiguientes riesgos, y solo por que a alguien en la familia extendida se le ocurrió que sería buena onda que la pasáramos juntos. La cena en si era un llevar y traer de platos, de mesas adicionales, de cancioncitas al Niño Jesús y de conversaciones de política y de como esta vez si nos iba a llevar la trampa si el gobierno no enderezaba el rumbo. La escena se repetía la semana siguiente con la cena de Fin de Año, con los mismos actores y nuevas broncas.
A los 10 años nos cambiamos a México, porque había que estar cerca de la abuela, a la que le quedaban pocos años (desde el cambio a México al día que murió le quedaron exactamente 33 años, y casi 33 Navidades con ella). Entenderán Uds que esta es una de las razones por las que diciembre no me gusta, por la amenaza de los mayores a morirse antes que los demás, cuando yo tengo la canija idea de que todos nos podemos morir con igual posibilidad, sobre todo si consideramos a todos los idiotas que se meten al periférico a probar sus dotes de Fittipaldi.
Así continuamos, pasando la Navidad en casa de la abuela, excepto por un par de ocasiones en que mi madre se dió cuenta que era cada vez mas su obligación hacer los arreglos y llevar la mayor parte de la carga de trabajo. En esas dos Navidades de Protesta fuimos a casa de los parientes de mi papá, que eran mucho mas divertidos y en donde participábamos por igual en servir y ser servido.
Cuando tuve novia, era entonces ir a saludar a los papás de la susodicha, que no era gente que me cayera lo que se dice bien. Con el tiempo definí la situación, concluyendo que me caían bien mal los papas de la "interfeuta". Había entonces que entrar al tráfico de la ciudad en Nochebuena, que puede ser bastante malo, para poder ir a darles el saludito de la noche, y con el pinche frio que hacía cas siempre. Esa es otra mas de la razones por las que no me gusta el mes de diciembre.
Con respecto al trabajo, he encontrado que en los primeros veinte dias de trabajo se trata de hacer lo que usualmente se hace en un mes completo, añadiendo a la carga de trabajo la fiestecita de la compañía. Todos los años los contadores de la empresa, junto con el director general, dubitan la conveniencia de hacer la fiesta, aduciendo que no hay dinero para esto. Recursos Humanos, que siempre es un departamento chiquito, si no es que inexistente (como la libertad en Sudamérica) con esa voz chiquita trata de convencer a los otros que si se haga la fiesta. Cuando lo logra, lo que logra es que la fiesta se haga fuera de horas de oficina (no vayamos a perder productividad) y eso trae otro problema: el de los borrachazos.
El ultimo borrachazo del que me enteré no terminó tan mal, salvo porque la afectada (ella no es la borracha, los borrachos eran los demás, los que la hicieron salir tarde de la comida y el animalito que le pegó) trae ahora un collarín como precaución. Falta ver que tipo de consideración y misericordia le tienen en el trabajo, ya que finalmente que la comida de fin de año se haya extendido siete horas no es culpa de ella. Una comida de fin de año de siete horas no es comida, es borrachera. Hay que aclarar que un borracho y un alcohólico son cosas distintas: al borracho se le nota en su apariencia: al alcohólico se le nota en su vida personal, en su promiscuidad y en un matrimonio fallido, entre otras cosas. Esa es otra mas de las razones por las que no me gusta el mes de diciembre.
Ya casado (situación de la que me libré hace ya diez años), resultó que a la suegra le gustaba pasarla con su hijo mayor, quien a su vez tenía que estar con su mujer y ella la pasaba con los tios, ya que los papás de ella habían muerto. La susodicha quería estar con su mamá y yo no tenía alternativa (por lo menos esos años) así que se hacía una cadenita como de seis eslabones en las que se incluía el papá y la tia de la susodicha. Acababa yo en casa de unos perfectos extraños, que a pesar de todo, eran la mar de amables y a quienes recuerdo con mucho cariño.
Mis mejores Navidades fueron con mis padres, conmigo ya divorciado, en que iba yo a casa de ellos para cenar cualquier cosa modesta y conversar, para darnos un abrazo de tres personas y retirarnos temprano, sin que yo tuviera que conducir de madrugada a mi casa, ya que me quedaba yo con ellos. Estas últimas Navidades las disfruté muchísimo y son las que consideraré inolvidables.
Yo lo siento mucho por los que tienen que cumplir en veinte dias lo que se hace en un mes, los que tienen que cumplir con una cena de Navidad o de Fin de Año. Lo siento también por los que tienen que cocinar o coordinar el menú de ocho, doce, veinte personas. Igual va para quienes tienen que regresar de madrugada a casa y peor aun, para los que sufren accidentes por las inconsecuencias de los compañeros de trabajo borrachos o alcohólicos o tolerar a parientes por los que no sentimos afecto alguno.
La Navidad es un asunto mucho mas sencillo. Yo suelo congratularme por el año que he tenido, que generalmente es bueno. O bien, reviso lo que he hecho mal y prometo corregir.
Y por igual a todos, espero que la pasen bien, que hayan tenido un buen año y que no entren en la locura comercial de la Navidad, sino que se congratulen por un buen año, que lloren lo que tengan que llorar y que se alegren de lo que deba de ser celebrado.
Si el año no ha sido bueno, déjenme decirles que me parece que es enteramente culpa de Uds. El destino les ha dado todo lo necesario para ser felices y si no lo son, pues revisen dentro de Uds mismos y ahi encontrarán al culpable.
Felicidades a todos...
Dije que no me gustaba el mes de diciembre; pero la Navidad me encanta, porque puedo ver películas viejas, comer lo que sobró de la cena o ir al super a comprar bacalao ya hecho, o tragarme un McTrio sin que nadie se entere de mi transgresión.