No me cabe duda, tenemos la sangre envenenada. Deberíamos estar contentos por lo de la Mina San José. Estoy perfectamente consciente de lo que pasó en Pasta de Conchos. Se que todos los mineros murieron, pero les recuerdo que son situaciones diferentes. San José es una mina de cobre y oro, no hay gases venenosos ni explosivos. Pasta de Conchos es una mina de carbón con metano y otras gracias explosivas y venenosas.
Lo que he leido hasta ahora, con los cuatro años de diferencia entre San José y Pasta de Conchos es que la tecnología para localizarlos fue lo que hizo la diferencia. Les recuerdo que sí se bajó a la mina en Pasta de Conchos y no se localizó a ninguno de los mineros. Si hay algo, deben de ser cadáveres carbonizados y/o envenenados. Los accidentes en minas de carbón son así, son trágicos. No fue el primero y desafortunadamente no será el último. ¿Hubo faltas a las reglas de seguridad? Claro que si. ¿Se hizo el esfuerzo? También. ¿Hay gente y familias lastimadas? No digo si no.
Pero tenemos la sangre envenenada. Cualquier alegría ajena nos causa pesar y la envidiamos. Este rescate está en la categoría del regreso de Apolo 13, para los que tuvimos la fortuna de ver este accidente que se convirtió en hazaña heróica. Aun recuerdo la Plaza de San Pedro llena de gente orando y Paulo VI dirigiendo la oración. Recuerdo las lágrimas de la gente y las risas de alegría cuando los astronautas salieron avantes de esta semi tragedia.
Ahora tenemos, en lugar del Papa, a los profetas del desastre, autoelegidos como rescatistas de la humanidad y autoproclamados gurús del futuro. There's always an idiot trying to sell you his ideology.
No me quiero acordar del imbécil que abrió la boca hoy, pero me queda bien claro que tiene la sangre envenenada.
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